PREÁMBULO

Los Estados Unidos es un concepto, una idea—una que ha perdurado y evolucionado a través de la guerra y la depresión, que ha prevalecido sobre el fascismo y el comunismo, y que ha irradiado esperanza a los rincones más lejanos del mundo. Creemos que la diversidad es nuestra mayor fortaleza. Que la protesta es una de las formas más altas de patriotismo. Que nuestros destinos y fortunas están conectados a levantarse y caer juntos. Que incluso cuando no alcanzamos nuestros más altos ideales, nunca dejamos de intentar construir una unión más perfecta.

Cuando el pueblo estadounidense vaya a las urnas este otoño, estaremos eligiendo más allá que un candidato. El carácter está en la boleta electoral en esta elección. El carácter de nuestro presidente, sí, pero más que eso: el carácter de nuestra democracia, nuestra sociedad y nuestro liderazgo en el mundo.

Los desafíos que tenemos ante nosotros—la peor crisis de salud pública en un siglo, la peor recesión económica desde la Gran Depresión, el peor período de agitación mundial en una generación, la urgente crisis mundial que plantea el cambio climático, la intolerable injusticia racial que aún mancha el tejido de nuestra nación—pondrá a prueba el carácter de los Estados Unidos como nunca antes.

La pandemia de COVID-19 ha puesto al descubierto problemas profundamente arraigados en nuestra sociedad—la fragilidad de nuestra economía y red de seguridad social, los riesgos que presentan la creciente desigualdad, los impactos de las disparidades raciales y económicas en la salud y el bienestar, y las profundas consecuencias que trae el intensificar la polarización y la parálisis política.

El tiempo de la Administración de Trump de desmantelar nuestras instituciones se ha excedido: la marginación de expertos, el rechazo de la ciencia, la inversión insuficiente en el área de investigación y la corrupción y los graves abusos de poder. El incumplimiento del deber del presidente Trump ha causado la muerte de decenas de miles de estadounidenses, la pérdida de decenas de millones de empleos estadounidenses y un daño duradero a la educación y el futuro de nuestros niños.

Y ha revelado, a un trágico costo económico y humano, el vacío de la política exterior de “Estados Unidos Primero” del Partido Republicano. Bajo el presidente Trump, los Estados Unidos está solo en el escenario mundial. Tanto los amigos como los enemigos ni admiran ni temen el liderazgo del presidente Trump—lo descartan y ridiculizan. El Partido Republicano bajo el presidente Trump ha empequeñecido a los Estados Unidos—cuando somos un pueblo llamado a lograr cosas maravillosas.

Los demócratas lucharemos para reparar el alma de esta nación. Unir y sanar a nuestro país. Convertiremos esta crisis en una oportunidad de la que forjaremos un futuro más fuerte, brillante y equitativo.

Debemos corregir los errores en nuestra democracia, reparar las injusticias sistémicas que durante mucho tiempo han plagado a nuestra sociedad, abrir las puertas de las oportunidades para todos y reinventar nuestras instituciones en el país y nuestro liderazgo en el extranjero. No aspiramos simplemente a devolver nuestro país a donde estábamos hace cuatro años. Sabemos que debemos ser más audaces y ambiciosos.

Una vez más, debemos evitar que otra recesión republicana se convierta en una segunda Gran Depresión. El presidente Trump y el Partido Republicano han manipulado la economía a favor de los pocos más ricos y las corporaciones más grandes, y han marginado a las familias trabajadoras y las pequeñas empresas. Los demócratas forjaremos un nuevo contrato social y económico con el pueblo estadounidense—un contrato que cree millones de nuevos empleos y promueva la prosperidad compartida, cierre las desigualdades raciales de ingresos y riqueza, garantice el derecho a unirse o formar un sindicato, aumente los salarios y asegure la igualdad salarial para las mujeres y el permiso familiar pagado para todos y garantice una jubilación segura y digna.

Debemos garantizar el cuidado de la salud no como un privilegio para algunos, sino como un derecho para todos. Durante un siglo, los demócratas hemos luchado por garantizar el cuidado de la salud universal. En lo más profundo de la pandemia de COVID-19, el presidente Trump y el Partido Republicano están tratando de arrebatar el cuidado de la salud a millones de personas que dependen de este para sobrevivir. Los demócratas no permitiremos que eso suceda. No descansaremos hasta que todos puedan tener acceso a un cuidado de la salud de calidad y medicamentos recetados asequibles.

Debemos endurecer y fortalecer nuestra democracia, no distorsionarla y degradarla. Los demócratas creemos que no hay nada que temer de las voces y los votos del pueblo. Restauraremos todo el poder de la Ley de Derecho al Voto y erradicaremos la supresión de votantes en todas sus formas. Frenaremos la influencia corrupta del dinero en la política y protegeremos la integridad de nuestras elecciones de todos los enemigos, nacionales e internacionales. Nunca aceptaremos el estancamiento político como nuestro destino. Nunca nos cansaremos en nuestra lucha por obtener resultados y crear oportunidades para todos los estadounidenses. Y pondremos fin a la guerra contra el gobierno que ha politizado nuestras instituciones, denigrado el servicio público y ha dejado al pueblo estadounidense abandonado en lugar de trabajar para mejorarlo.

Debemos curar las heridas más profundas de nuestra nación, no avivar las llamas del odio. Los demócratas erradicaremos el racismo estructural y sistémico en nuestra economía y nuestra sociedad, y reformaremos nuestro sistema de justicia penal por completo, porque creemos que Las Vidas Negras Importan (Black Lives Matter). Nos aseguraremos de que nuestra nación siga valorando la diversidad y la compasión, y le da la bienvenida a aquellos que anhelan participar en nuestro gran experimento democrático creando un sistema de inmigración humanitario para el siglo 21 que beneficie a todos.

No le daremos espacio al odio. Nunca amplificaremos ni legitimaremos las voces del racismo, el machismo, el antisemitismo, el fanatismo antimusulmán o la supremacía blanca. Los demócratas protegeremos y promoveremos la igualdad de derechos de todos—mujeres, personas LGBTQ+, minorías religiosas, personas con discapacidades, nativos americanos y a todos los que han sido discriminados de muchas formas y durante demasiadas generaciones. Nos comprometemos con la visión articulada por Frederick Douglass de “un gobierno fundado en la justicia y reconociendo la igualdad de derechos para todos”.

Debemos liderar al mundo a enfrentar la crisis climática, no negar la ciencia y acelerar el daño. Desde Houston, Texas, hasta México Beach, Florida; desde San Juan, Puerto Rico, hasta Davenport, Iowa, los últimos cuatro años han sido testigos de tormentas que han roto récords, incendios forestales devastadores e inundaciones históricas. Los demócratas nos re-incorporaremos el Acuerdo Climático de París e iremos más allá, construyendo una economía de energía limpia, próspera, equitativa y competitiva a nivel mundial que ponga a trabajadores y sus comunidades en primer lugar, y no deje a nadie atrás.

Debemos brindar una educación de clase mundial a cada comunidad, a cada niño, porque la educación es un bien público fundamental. Los demócratas creemos en la educación infantil temprana universal y en el cuidado infantil asequible y de calidad. Terminaremos con el camino de la escuela a la prisión y construiremos un nuevo camino de la escuela a la oportunidad, en su lugar. Haremos que la universidad sea asequible nuevamente y brindaremos a los estadounidenses alivio de la abrumadora deuda estudiantil.

Nos comprometemos con una política exterior que acelere nuestra renovación interna, no la socave. Nos centraremos en lo que más les importa a los estadounidenses—más y mejores trabajos, mayor seguridad, un medio ambiente más limpio y una sociedad más inclusiva y resiliente. Los demócratas lideraremos con la diplomacia como nuestra herramienta de primer recurso y movilizaremos a nuestros aliados y socios para superar las pruebas que ninguno de nosotros puede superar por nuestra cuenta. Nos enfrentaremos a las fuerzas del autoritarismo, no ayudaremos ni incitaremos a su ascenso, y hablaremos y actuaremos con claridad y propósito en nombre de los derechos humanos dondequiera que sean amenazados. Y honraremos nuestro pacto sagrado con nuestras mujeres y hombres uniformados, nuestros veteranos y nuestras familias militares que han llevado el peso de las guerras que deben—por fin—llegar a su fin.

Por encima de todo, los demócratas todavía creemos en los ideales estadounidenses—sus principios, su propósito y su promesa. Sabemos que cuatro años más del liderazgo craso, cobarde y corrupto que hemos visto de Donald Trump y el Partido Republicano dañarán nuestro carácter y nuestro país sin reparo. Oramos, como lo hizo Langston Hughes, “Oh, deja que los Estados Unidos vuelva a ser Estados Unidos de nuevo, la tierra que nunca ha sido todavía, y sin embargo debe ser, la tierra donde todo hombre es libre”. Hacemos un llamado a todos para que se unan y aprovechen esta última y mejor oportunidad para restaurar el alma de nuestra nación y votemos este noviembre para garantizar que nuestros mejores días están por venir.